*Un poco de Pío Baroja

miércoles, 13 de febrero de 2008

Pío Baroja

Pío Baroja

Estatua en memoria a Pío Baroja cuando se ubicaba en el madrileño Parque del Retiro. Actualmente está en la confluencia con la calle Alfonso XII con la popular Cuesta de Moyano.
Nació en:

San Sebastián el 28 de diciembre de 1872

Murió en:

Madrid el 30 de octubre de 1956


Ocupación:
Nacionalidad: España
Periodo: Siglo XX
Movimientos: Generación del 98

Pío Baroja y Nessi (San Sebastián, 28 de diciembre de 1872Madrid, 30 de octubre de 1956), escritor español de la llamada Generación del 98.


Biografía

Pío Baroja perteneció a familias muy distinguidas y conocidas en San Sebastián relacionadas con el periodismo y los negocios de imprenta. Su bisabuelo paterno, Rafael, fue en Oiartzun impresor del periódico La Papeleta de Oyarzun y de otros textos durante la guerra contra Napoleón. Su abuelo del mismo nombre, Pío Baroja, editó en San Sebastián el periódico El Liberal Guipuzcoano (1820-1823) durante el Trienio Liberal e imprimió la Historia de la Revolución Francesa de Thiers en doce tomos, con traducción de Sebastián de Miñano y Bedoya. Los hijos de Rafael Baroja, Ignacio Ramón y Pío, continuaron con el negocio de imprenta y un hijo de este último, Ricardo, tío del novelista, será, con el tiempo, editor y factótum del periódico donostiarra El Urumea. Entre los ascendientes de la madre había una rama italiana lombarda, los Nessi, a la que el escritor debe su segundo apellido.

Pío fue el tercero de tres hermanos: Darío, que murió joven aún en 1894; Ricardo, que sería en el futuro también escritor y un importante pintor, conocido sobre todo por sus espléndidos aguafuertes, y Pío, el hermano menor, que dejaría la profesión de médico por la de novelista. Ya muy separada de ellos, nació Carmen, que habría de ser la inseparable compañera del novelista y la mujer del futuro editor de su hermano, Rafael Caro Raggio, ocasional escritora también. El padre de los Baroja, Serafín, era, al par que hombre inquieto y movedizo y periodista de ideas liberales, ingeniero de minas, lo que llevó a la familia a constantes cambios de residencia por toda la geografía nacional, con lo que el futuro novelista se transformaría en un desarraigado que conoció los más diversos rincones de España; por otra parte, el continuo ir y venir de su familia le inculcó una característica afición a los viajes. A los siete años marchó con su familia a Madrid, donde el padre obtuvo una plaza en el Instituto Geográfico y Estadístico; pero volvieron a Pamplona y de nuevo a Madrid. Baroja había leído ya a clásicos juveniles (Julio Verne, Mayne Reid y Daniel Defoe). Se libró del servicio militar, que le repugnaba. En 1891 terminó la carrera de medicina en Valencia y se doctoró en 1894 en Madrid con una tesis sobre El dolor, estudio psicofísico.

Como estudiante fue pésimo, más por falta de interés que de talento, y ya por entonces se le apreció un carácter gruñón, arisco y descontentadizo; no simpatizó con profesor alguno y se mostró hipercrítico con todo; ninguna profesión le atraía, sólo escribir no le disgustaba. Tímido y retraído al mismo tiempo, nunca se casó. Tras defender su tesis, marchó en ese mismo año de 1894 a Cestona, en Guipúzcoa, con plaza de médico. Pero el oficio le asqueaba y riñó con el médico viejo, con el alcalde, con el párroco y con el sector católico del pueblo, que le acusaba de trabajar los domingos en su jardín y de no ir a misa, pues, en efecto, era ateo; tras pasar un año allí volvió, pues, a San Sebastián, dispuesto a ser cualquier cosa menos médico, y encontró su oportunidad en Madrid, donde su hermano Ricardo dirigía una panadería (Viena Capellanes) porque una tía les había legado el negocio; Ricardo le había escrito que estaba harto y quería dejarlo y Pío decidió encargarse él mismo de regentar la tahona. Sobre eso le gastaron bastantes bromas: «Es un escritor de mucha miga, Baroja» — dijo de él Rubén Darío a un periodista. A lo cual respondió el escritor: «También Darío es escritor de mucha pluma: se nota que es indio». Instalado en Madrid, empezó a colaborar en periódicos y revistas, simpatizando con las doctrinas sociales anarquistas, pero sin militar abiertamente en ninguna. Al igual que su coterráneo Miguel de Unamuno, abominó del nacionalismo vasco, contra el que escribió su sátira Momentum catastrophicum.

En 1900 publicó su primer libro, una recopilación de cuentos titulada Vidas sombrías, la mayoría compuestos en Cestona sobre gentes de esa región y sus propias experiencias como médico. En esta obra se encuentran en germen todas las obsesiones que reflejó en su novelística posterior. El libro fue muy leído y comentado por prestigiosos escritores como Miguel de Unamuno, que se entusiasmó con él y quiso conocer al autor, por Azorín y por Benito Pérez Galdós. Baroja fue así acercándose cada vez más al mundillo literario y abandonando el negocio de panadería hasta dejarlo por completo. Tuvo especial amistad con el anarquista José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín, e hizo, impulsado por él, algún intento de entrar en política, presentándose de concejal en Madrid y de diputado por Fraga, pero fracasó. Al acercarse Azorín al partido de Antonio Maura, rompió su antigua amistad. De igual manera tuvo amistad con Maeztu. Con él junto con Azorín formaron durante un breve período el grupo de los Tres.

Viajó después por toda Europa (residió varias veces en París, estuvo algún tiempo en Londres, y pasó por Italia, Bélgica, Suiza, Alemania, Noruega, Holanda y Dinamarca) y acumuló una impresionante biblioteca especializada en ocultismo, brujería e historia del siglo XIX, que instaló en un viejo caserío que se compró en Vera de Bidasoa y restauró con gran gusto, convirtiéndolo en el famoso caserío de Itzea, donde pasaba los veranos con su familia. Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado por sus hermanos Carmen y Ricardo, pero también por Ramiro de Maeztu, Azorín e incluso José Ortega y Gasset en una ocasión, en la que recorrieron en automóvil gran parte del recorrido realizado por el general Gómez con su famosa expedición durante la Primera Guerra Carlista.

En sus novelas reflejó una filosofía impregnada con el profundo pesimismo de Arthur Schopenhauer, pero que predicaba en alguna forma una especie de redención por la acción, en la línea de Friedrich Nietzsche: de ahí los personajes aventureros y vitalistas que inundan la mayor parte de sus novelas, pero también los más escasos abúlicos y desengañados, como el Andrés Hurtado de El árbol de la ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfección (pasión mística), dos de sus novelas más acabadas. Terminó por identificarse con las doctrinas liberales y por abominar del comunismo, sin abandonar en ningún momento sus ideas anticlericales, su misoginia y sus un tanto arcaicas concepciones antropológicas lombrosianas. En 1935 fue admitido en la Real Academia de la Lengua; fue acaso el único honor oficial que se le dispensó.

Cuando estalló la Guerra Civil veraneaba en su casa de Vera de Navarra, al pie de la frontera con Francia. Le detuvo la columna carlista que desde Pamplona se dirigía a Guipúzcoa. Tras pasar un día en prisión, fue puesto en libertad por intervención del militar D. Carlos Martínez de Campos, Duque de la Torre (años más tarde preceptor del Príncipe de España, D. Juan Carlos). Se trasladó inmediatamente a Francia en un automóvil, estableciéndose en París, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria, gracias a la hospitalidad que le ofreció el Director de dicho Colegio, el Sr. Establier (hospitalidad que le fue agriamente reprochada al Director por el entonces Embajador de la República en Francia, Araquistain, quien personalmente y a través de su esposa, hizo repetidas gestiones ante el Director Establier para que expulsase a Baroja de su alojamiento, gestiones que -dicho sea en honor del Sr. Establier- no dieron el menor resultado). En el periodo 1936-39 regresó a España (Zona Nacional) varias veces, entre ellas para jurar en Salamanca en enero de 1938 como miembro del recién creado Instituto de España y para gestionar la publicación de artículos periodísticos muy críticos con la República en general y con los políticos republicanos (como el muy famoso " Una explicación" publicado en el "Diario de Navarra", 1-IX-1936). Terminada la Guerra Civil residió todavía una corta época en Francia y se estableció más tarde definitivamente entre Madrid y Vera de Bidasoa. Siguió escribiendo y publicando novelas, sus Memorias (que alcanzaron gran éxito) y una edición de sus Obras Completas. Sufrió algunos problemas con la censura, que no le permitió publicar su novela sobre la Guerra Civil, Miserias de la guerra, ni su continuación, A la desbandada. La primera fue publicada por sus sucesores en 2006, seguida por "Libertad frente a sumisión" en 2007. Sostuvo en su domicilio de Madrid una tertulia de sesgo escéptico (en la cual participaban diversas personalidades, entre ellas novelistas como Camilo José Cela,Juan Benet y otros. Su hermana Carmen murió en 1949 y su hermano Ricardo en 1953. Afectado poco a poco por la arterioesclerosis, murió en 1956 y fue enterrado en el cementerio civil como ateo, con gran escándalo de la España oficial, a pesar de las presiones que recibió su sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, para que renunciase a la voluntad de su tío. El entonces Ministro de Educación Nacional, D. Jesús Rubio García-Mina, asistió en su calidad de tal al entierro. Su ataúd fue llevado en hombros entre otros por dos de sus admiradores, Ernest Hemingway y Camilo José Cela, el uno era premio Nobel de literatura y el otro llegaría a serlo años más tarde. También el escritor norteamericano John Dos Passos declaró su admiración y su deuda con el escritor.

Análisis de su obra

Baroja cultivó preferentemente el género narrativo, pero se acercó también con frecuencia al ensayo y más ocasionalmente al teatro, la lírica (Canciones del suburbio) y la biografía.

El propio autor agrupó sus novelas, un poco arbitrariamente, en nueve trilogías y una tetralogía, aunque es difícil distinguir qué elementos pueden tener en común: Tierra vasca, La lucha por la vida, El pasado, El mar, La raza, Las ciudades, Agonías de nuestro tiempo, La selva oscura, La juventud perdida y La vida fantástica.

  • Tierra vasca agrupa La casa de Aitzgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909).
  • La lucha por la vida integra La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1905).
  • La raza está formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
  • El pasado agrupa La feria de los discretos, Los últimos románticos y Las tragedias grotescas.
  • La vida fantástica está formada por Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (pasión mística) (1901) y Paradox rey (1906).
  • Las ciudades agrupa César o nada (1910); El mundo es ansí (1912); La sensualidad pervertida: ensayos amorosos de un hombre ingenuo en una época de decadencia (1920).
  • El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1931); La estrella del capitán Chimista (1930).
  • Los amores tardíos: El gran torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna (1927); Los amores tardíos (1942).
  • La selva oscura: La familia de Errotacho (1932); El cabo de las tormentas (1932); Los visionarios (1932).
  • La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934); Locuras de carnaval (1937); El cura de Monleón (1936).

A las novelas de la última etapa de la vida del escritor se las suele llamar "Novelas sueltas" porque no terminaron de formar trilogía, pero no por intención del autor, ya que debido en primer lugar a su agotamiento como escritor propio de un hombre de más de 70 años, como por razones de censura (así las de tema de la guerra civil) u otras razones no se hicieron así: Susana y los cazadores de moscas (1938), Laura o la soledad sin remedio (1939), El caballero de Erlaiz (1943), "El puente de las Animas" (1944), El hotel del Cisne (1946) y El cantor vagabundo (1950).Tanto el "Puente de las Animas" como "El cantor vagabundo" formarían con otra no publicada o nunca escrita la trilogía "Saturnales". "El hotel del cisne" serie la primera pieza de otra inconclusa trilogía que llevaría por nombre "Días Aciagos". En sus últimos años intentó escribir una nueva trilogía sobre la Guerra Civil, pero la censura franquista impidió la publicación; modernamente, sin embargo, con la llegada de la democracia, han empezado a imprimirse algunas de ellas; la primera ha sido Miserias de la guerra, y se anuncia la publicación de la siguiente, A la desbandada.

Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una larga novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un antepasado suyo, el conspirador y aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792-1872), a través del cual refleja los acontecimientos más importantes de la historia española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la regencia de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de Fernando VII. Son las siguientes: El aprendiz de conspirador (1913), El escuadrón del «Brigante» (1913), Los caminos del mundo (1914), Con la pluma y con el sable (1915), que narra el período en que Aviraneta fue regidor de Aranda de Duero, Los recursos de la astucia (1915), La ruta del aventurero (1916), Los contrastes de la vida (1920), La veleta de Gastizar (1918), Los caudillos de 1830 (1918),La Isabelina (1919), El sabor de la venganza (1921), Las furias (1921), El amor, el dandysmo y la intriga (1922), Las figuras de cera (1924), La nave de los locos (1925, en cuyo prólogo se defiende de las críticas hacia su forma de novelar vertidas por José Ortega y Gasset en El Espectador), Las mascaradas sangrientas (1927), Humano enigma (1928), La senda dolorosa (1928), Los confidentes audaces (1930), La venta de Mirambel (1931), Crónica escandalosa (1935) y Desde el principio hasta el fin (1935).

Baroja publicó también cuentos, como los que recogió en Vidas sombrías (1900) e Idilios vascos (1902); libros autobiográficos y de memorias (Juventud, egolatría y los ocho volúmenes Desde la última vuelta del camino, compuestos por El escritor según él y según los críticos, 1944; Familia, infancia y juventud, 1945, Final de siglo XIX y principios del XX, 1946; Galería de tipos de la época, 1947; La intuición y el estilo, 1948; Reportajes, 1948; Bagatelas de otoño, 1949; y La Guerra Civil en la frontera, 2005). Además redactó biografías como Juan van Halen o Aviraneta o la vida de un conspirador (1931); ensayos, como El tablado de Arlequín (1904), La caverna del humorismo (1919), Momentum catastrophicum, Divagaciones apasionadas (1924), Las horas solitarias, Intermedios. Vitrina pintoresca, Rapsodias. Pequeños ensayos, El diablo a bajo precio, Ciudades de Italia, La obra de Pello Yarza y otras cosas, Artículos periodísticos y algunas obras dramáticas: La leyenda de Jaun de Alzate (1922), Nocturnos del hermano Beltrán, Todo acaba bien... a veces, Arlequín, mancebo de botica, Chinchín, comediante y El horroroso crimen de Peñaranda del Campo.

Defensor de una novela abierta, ya que considera ésta como un fluir en sucesión («La novela en general es como la corriente de la historia: no tiene principio ni fin; empieza y acaba donde se quiera.»), compone sus obras a través de una serie de episodios dispersos, unidos, muchas veces, por la presencia de un personaje central.

La mayor parte de los personajes barojianos son seres inadaptados, que se oponen al ambiente y la sociedad en la que viven, aunque impotentes, incapaces de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, acaban frustrados, vencidos y destruidos, en ocasiones físicamente, en muchas otras moralmente, y, en consecuencia, condenados a someterse al sistema que han rechazado.

El escepticismo barojiano, su idea de un mundo que carece de sentido, su falta de fe en el ser humano le llevan a rechazar cualquier posible solución vital, ya sea religiosa, política o filosófica y, por otro lado, le conducen aun marcado individualismo pesimista, y no por ello anarquizante.

A menudo se ha reprochado a Baroja su descuido en la forma de escribir. Eso se debe a su tendencia antirretórica, pues rechazaba los largos y laberínticos periodos de los prolijos narradores del Realismo, actitud que compartió con otros contemporáneos suyos, así como el afán de crear lo que denomina una «retórica de tono menor», caracterizada por:

  • Empleo del período corto.
  • Sencillez y economía expresiva: «El escritor que con menos palabras da una sensación es el mejor».
  • Impresionismo descriptivo: selección de rasgos significativos más que reproducción fotográfica al detalle característica de los minuciosos y documentados narradores del Realismo.
  • Tono agrio, selección de un léxico que degrada la realidad a tono con la actitud pesimista del autor.
  • Breves ensayos e intensos intermedios líricos.
  • Tempo narrativo rápido, cronotopo dilatado.
  • Diálogos respetuosos con la oralidad y la naturalidad.
  • Deseo de exactitud y precisión, rasgos estilísticos que confieren la amenidad, el dinamismo y la sensación de naturalidad y vida que el escritor pretendía para sus novelas.
Fin!